sábado, 2 de marzo de 2019

Adiós...

Te veías tan feliz saliendo de aquella iglesia, no parecía que algún día te hubiera robados suspiros a la luz de la luna, caminando de la mano del hombre que hoy es el amor de tu vida, yo apenas pude verte de lejos, pero era tan radiante tu sonrisa que parecía que ni los destellos del sol podían ganarle, gracias a ellos me lleve consuelo en el alma aquella tarde, el brillo en tus ojos iluminó las tinieblas de mi entendimiento, esa obscuridad que me hizo creer que tu desición era uno más de tus sin sentidos, una de los singulares escapes a las cadenas de nuestro amor... Ya se que  no es así, ese brillo en tus ojos jamas lo había visto, y esa serenidad en tu mirada que reflejaba esa paz que tanto buscaste, al fin eres feliz, y de ahora en adelante esa es mi recompensa, saber que tu vida tomó el curso que esperabas... Te veo partir en esa carroza, digna de la princesa que eres, no soy yo tu caballero, pero aún así estoy tranquilo, te alejas de la iglesia sin ver mis lágrimas, mejor, te vas y se que es la última vez que te veré, me quedo rogandole a Dios que algún día veas al cielo en una tarde de octubre, y recuerdes que un día en tu vida estuve yo, y me recuerdes tal como lo haré yo, como mi amor más lindo, el más cierto, el más duro... Adiós amor mío, ya es hora de irme, total, ningún invitado va a saludarme, me voy, una copa me espera, la luna y yo brindaremos por ti y por quién hoy está contigo, por tu felicidad y mi angustia, por los días que me esperan y la vida que vivirás. Adiós...