sábado, 12 de marzo de 2011



Que hermoso es sentir en mi corazón esa llama, una ilusión que crece y se hace más fuerte, como aquella planta que es querida y es cuidada, y da frutos que son buenos. Es tu amor, esa agua fresca que me llena de vida, ese rayo de sol que aviva mis anhelos, la razón de mi alegría. Cada noche pedía al cielo que llegarás a mi existencia, que te presentaras con todo y tu equipaje y que no dudaras en acomodarte, y así lo hiciste, y hoy solo puedo dar gracias a Dios porque no tardó en escuchar mes plegarias, ni tomo en cuenta mis errores, me premió con tus ojos, me condecoró con la medalla en la que se convierten tus brazos colgados de mi cuello, que une tus latidos a los mios, tu respiración con mi respiración, tu aliento con mi aliento. Eras tú la materialización perfecta de mis deseos, la esperanza de mi espera, la recompenza de mi búsqueda, más de los que yo podía merecer. Eras Tú, Eres Tú y Serás Tú, el motor de mis sueños, el final de mi estadío. Bendito el momento en que llegaste aquí, para apoderarte de mi coherencia, y me hiciste caer en la más hermosa demencia, la más sublime, la que me hace amarte, Tú y por siempre Tú, obra divina con labios de mujer. Qué más puedo pedir, que más puedo desear, que más puedo, querer, y a quién más voy a amar, si a mi lado estás Tú.

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