A
veces sin quererlo me brotan las palabras, tal vez porque ayer te vi en el
horizonte, pensativa y despistada, como si nada de lo que hubiera a tu
alrededor te perturbara. No sé qué era más bello, si el paisaje de las hojas de
los árboles cayendo como el más hermoso espectáculo de un octubre como
cualquier otro, o el resplandor de tus ojos al ver los últimos rayos del sol de
una tarde de domingo. No sé si te encontré sin quererlo, o me perdí y te encontré,
pero el hecho es que el acontecimiento viene a sumar uno a la lista de
momento inesperados, pero a la vez anhelado. Te invito a que me esperes
nuevamente, en el mismo lugar, en silencio como lo hiciste, disfrutando del
viento sobre tu cara, que ahí te enviare caricias que por cobarde aún no puedo
darte, y no te olvides de impregnar tu perfume en la brisa, que si
he de esperar la eternidad de los días que me faltan para verte otra vez, quiero llevarme por lo menos tu aroma...
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