domingo, 21 de octubre de 2012

La Fórmula...




Caminaba por la calle, era un día como cualquier otro, cuando de repente me vi en los ojos de un niño que jugaba, la luz y la ilusión que ayer buscaba en un baúl de cosas viejas, y le pedí a Dios que me diera la fórmula para poder obtener esa luz, y me respondió, "Tú la sabes bien...", y seguí mi camino.

Más adelante me vi en las manos de un hombre que construía una columna, bajo el sol radiante de un medio día de verano; la fortaleza que un día sin querer deje tirada en una tarde gris de otoño, cuando me deje vencer por las adversidades; entonces me dirigí nuevamente a Dios y le pedí que me diera la fórmula para tener nuevamente esa fortaleza, y Él me volvió a responder, "Tú la sabes bien...", y de nuevo seguí mi camino.

Luego en una plaza, sentada en una banca vi a una mujer junto a su hijo, en sus rodillas sostenía una canasta llena de dulces los cuales pretendía vender, y escuche cuando su hijo le preguntaba si ya había conseguido vender algo para poder comprar algo para comer, y ella le respondió, no hijo "pero ya venderemos algo" y se sonrío amorosamente, y luego miró al cielo; y en ese momento vi en su rostro la esperanza que un día perdí en una apuesta con el destino; y volví a replicar a Dios que me diera la fórmula para recobrar mi esperanza, y con voz dulce el nuevamente me dijo "Tú la sabes bien..." y tuve que seguir mi camino.

Luego de ver tan maravillosa escena, salí del parque, vi a un hombre que limpiaba la calle, con una escoba y un recogedor limpiaba cuidadosamente cada centímetro, tanto de la acera como de la calle, y cuando la gente lo miraba, sus labios pintaban una sonrisa radiante, que con el brillo del sol sobre su frente se hacia más grande y deslumbrante, y me recordé de aquella sonrisa que yo perdí entre el desorden de los afanes, y correr de las preocupaciones, también de unas cuantas que perdí por el dolor de las perdidas y otras por el coraje de los fracasos sin sentido; y le dije a Dios, por favor, "Dame la fórmula para recobrar esa sonrisa", y ahora con un tono un poco más autoritario exclamo "¡Tú la sabes bien!", y seguí mi camino.

De pronto me vi frente a la iglesia, en que momento llegue hasta allí no sé, pues creo que por un segundo perdí el norte. Entre y allí vi a mucha gente, hombres, mujeres, niños y niñas, adolescentes, ancianos, y cada uno oraba de manera distinta, unos de pie, otros de rodillas, otros en voz alta exclamaban "¡Ayúdame Señor!", otros daban gracias, otros sentados no perdían la vista de aquella imagen que despertaba la piedad en ellos, particularmente aquel cristo ensangrentado con la cruz a cuestas. Y vi entrar a toda esa gente con un semblante de desconsuelo y dolor, pero a todos los vi salir reconfortados, sus rostros reflejaban la seguridad de haber dejado sus penas en manos de quien si puede con ellas, con nueva luz, con nuevas fuerza, con nueva esperanza, con una sonrisa... Y le dije a Dios... Tenías razón, cuando te pedía la fórmula y me dijiste que yo la sabía bien, y en ese momento recobré la fe, y mis rodillas se doblaron frente a Él, estaba en su casa, que mejor lugar que ese, y con tan solo decir "Padre nuestro..." a mi  vida volvió todo eso que deje perdido, y que el mismo Dios había puesto frente a mí en el rostro de otras personas, y me dijo "Te das cuenta que sí... yo tenía la razón, Tú sabías muy bien lo que debías hacer... pero no  era solo venir hasta aquí", entonces le pregunté, ¿no era sólo eso?, y me respondió, "No, sino haber tenido la capacidad de verme y escucharme, en la voz de otras personas. Tuviste la capacidad de oír mi voz al ver la luz en los ojos de un niño, ver la fortaleza que Yo te doy en el trabajo de otro, llenarte con la esperanza de la misericordia plasmada en el rostro de una madre, pudiste iluminarte con la sonrisa del hombre que pese a las adversidades es feliz, y pudiste llenar el vacío que hay  en tu corazón movido por la Fe de la gente que clama  a mí..."

Al escuchar  todo eso la lagrimas empezaron a salir, y mi  corazón empezó a arder, y desde entonces decidí, que los problemas de la vida no vencerán nunca, si mi Fe esta puesta en Dios, que mis ojos jamás dejaran de tener luz, que mi cuerpo nunca perderá la fortaleza para seguir, aún con el cansancio del camino, que la esperanza es lo último que se pierde, y que ante las adversidades siempre, pero siempre, siempre tendré una sonrisa... Porque detrás de la tormenta siempre viene la calma...

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